Las buenas prácticas laborales son la base del trabajo decente que queremos impulsar desde Integrity Lives & Jobs y que deberían ser el pilar de actuación tanto de empleadores como de empleados. Estamos convencidos de que solo a través del compromiso se puede lograr un mercado laboral igualitario, conciliador, que apueste por el talento, honrado y con igualdad de oportunidades.
Una práctica perjudicial para la relación laboral -y finalmente para los intereses de todas las partes- es, sin duda, el absentismo. Y es que las cifras a este respecto son preocupantes: el absentismo laboral aumentó un 6,3% en el primer trimestre de 2018 con respecto al mismo periodo del año anterior.
En concreto, las ausencias al trabajo registradas en el conjunto de España, ya sea por enfermedad, accidente o incapacidad temporal, ascendieron a 490.700, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este dato supone el retroceso a niveles de 2009, cuando las ausencias fueron 496.100 durante el mismo periodo.
En concreto, la baja temporal fue el motivo por el que cada semana el 2,6% de los ocupados no fue a trabajar durante los primeros tres meses del año. Sorprende que esta cifra fuera un 0,1% menor hace un año y del 1,79% en 2012.
Según un estudio de la empresa de trabajo temporal Randstad, que se elabora con cifras oficiales de la Encuesta Trimestral de Costes Laborales del Instituto Nacional de Estadística, el absentismo laboral no justificado supuso la pérdida del 1,4% de las horas pactadas. Esto significa, en términos de empleados, que 270.000 personas no acudieron a su puesto de trabajo sin tener una baja médica, teniendo en cuenta que en España hay un total de 18,9 millones de trabajadores ocupados, según la Encuesta de Población Activa (EPA).
Por comunidades autónomas y en el periodo analizado, el absentismo se sitúa, de media, en el 4,7%. Las que mayor porcentaje registran son País Vasco (6%), Asturias (5,2%) y Galicia (5,2%), mientras que las que cuentan con niveles más bajos son Andalucía y La Rioja (4,1%).
Por sectores, laindustria es el registra esta práctica en mayor medida, con un 4,9%, seguido por el sector servicios (4,8%) y el de la construcción (3,1%). En el otro extremo, aquellos en los que se producen menos ausencias son los del empleo y la cinematografía, el vídeo y la televisión, con un 2,9%.
No obstante, la cifra de absentismo sí disminuye en un colectivo: el de los trabajadores por cuenta propia. Entre éstos, las ausencias contabilizadas en el primer trimestre de 2018 fueron 65.400, lo que se traduce en un 2% menos que en 2017.
Tal y como aseguran los expertos,el absentismo laboral se reduce en los tiempos de crisis y aumenta en los de recuperación. Cabe preguntarse a qué factores obedece esta realidad. ¿Puede estar relacionado con la toma de conciencia de que es necesario remar todos en la misma dirección para ‘levantar’ la economía, o puede tratarse de una cuestión de confianza en el statu quoy de que, sea cual sea la actitud del trabajador, nada cambiará debido a los buenos resultados registrados por la economía global?
Pero no solo son importantes las consecuencias económicas que tienen el abuso y la reincidencia de esta mala práctica, sino también el deterioro que sufren los servicios y el clima laboral. Cuando el personal de una oficina, fábrica, administración o empresa disminuye temporalmente, quienes quedan deben asumir una carga extra de trabajo, lo que provoca ciertas reticencias y que, quizá, la atención y los servicios vean mermada su calidad.
Conscientes de que el absentismo es una práctica no deseable y un problema real que se interpone en el camino hacia el trabajo decente, el Gobierno ha declarado su intención de elaborar un plan nacional contra el absentismo en la Función Pública, en el que se contemplarán sanciones para los casos reincidentes e injustificados entre los funcionarios. El objetivo principal es elaborar una metodología común para la Administración General del Estado y las comunidades autónomas, con el fin de calcular el absentismo en las mismas, así como compartir las medidas con las que cuenta cada una de ellas a la hora de hacer frente a esta problemática.
A nadie se le escapa que es necesario tomar medidas para reducir las malas prácticas tanto en el ámbito público como en el privado, pero debemos ser conscientes de que es igualmente necesario defender la legitimidad de aquellos que ocupan un puesto, sea público o privado, de forma honrada y en base a unos méritos. Apostemos, en definitiva, por un sistema basado en las prácticas decentes y en la meritocracia, porque solo así llegará el trabajo decente que debemos seguir defendiendo.
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